El whale watching se arraigó en las costas chilenas como una opción imperdible tanto para grandes como para chicos. No hay otro animal que genere tal apoyo popular, tanto en los organismos que se preocupan de su conservación, como el flujo de turistas que con gran sorpresa ven como aquellos gigantes se desplazan pacíficos y curiosos por los mares del mundo.
Las razones abundan para impresionarse con estos animales. Son los únicos mamíferos completamente acuáticos. Tienen uno de los cantos más complejos del reino animal y una de sus especies, la ballena azul, es el animal más grande que vive y ha vivido en la tierra.
El Golfo Corcovado y el noreste de la Isla de Chiloé son reconocidos por la comunidad científica internacional como el área con el mayor índice de avistamientos de ballenas azules en todo el hemisferio sur. Se dice que no hay más 3.000 en todos los océanos del mundo, pero en esta zona se estima una población de más de 300 ejemplares. Por su tamaño no son animales acrobáticos, ni juguetones, pero ya con verlas y escuchar su poderosa respiración, es motivo suficiente para emocionarse y vivir una experiencia como pocas en la vida.
En la caleta Puñihuil, a 25 km al suroeste de Ancud, en la misma isla de Chiloé, se encuentra la asociación de microempresarios Ecomarine Puñihuil, quienes cuentan con una embarcación apta para navegar en alta mar con ocho pasajeros.
Más al sur del Golfo Corcovado, está la opción de Melinka, en el Archipiélago de la Guaitecas. La empresa Archipiélagos de la Patagonia, ofrece distintos programas turísticos a bordo de la Petrel IV, un barco especializado para 28 pasajeros. Para llegar a Melinka se puede tomar una barcaza desde el puerto de Quellón, en el extremo austral de Chiloé.
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